Ir en autobús urbano puede ser incómodo, pero ayuda al medio ambiente y, claro, como soy buena persona, lo utilizo bastante a menudo. Además de todo esto, también me gusta usarlo ya que es una auténtica mina de historias, lo que unido a mi cerebro, que siempre está pensando en tontunadas, hacen una combinación explosiva.
La historia que a continuación voy a relatar, como la de la semana pasa es verídica. Volvía yo de mi entrenamiento de baloncesto, y para poder estirar las piernas me senté donde dos asientos hacia delante y dos hacia detrás. Sin embargo, mi tranquilidad cambió cuando a medio camino se subió un individuo que se me sentó justo delante. A priori era alguien normal, pero su comportamiento, desde el primer momento me inquietó. No me quitaba los ojos de encima. Yo intentaba entretenerme con el móvil, mirando por la ventana, pero no había manera, el sujeto me seguía mirando con ojos de deseo. Su mirada se clavaba en mí, y sus pupilas se encendían en llamas de deseo. Estábamos llegando a mi parada, sentía alivio dentro de mí, por fin me libraría de ese ¿acosador? ¿loco? ¿ambos? Sin embargo, lo más inquietante aún estaba por llegar. El hombre sacó la lengua y la pasó por la comisura de sus labios, mientras su mirada seguía clavada en mí. El horror se apoderaba de mí, mis huevos iban subiendo hasta ponérseme de corbata (¿quizás me miraba eso?). Finalmente llegaba a mi destino, abandoné el bus y sentí un gran alivio.
Ahora me pongo serio: en otro viaje se subió al autobús una mujer embarazada de bastante tiempo. no tenía asiento, y ninguna de las personas que en él se encontraban tuvo la decencia de levantarse para cederle su plaza. Entre esas personas había mucha gente joven, lo que me hace pensar lo bien que va la sociedad. Por favor, un poco de civismo.
Pienso tontunadas, luego soy más feliz.
Un saludo,
Servidor