Los restaurantes modernos no están hechos para los jóvenes. Y no lo digo porque nuestros paladares no están aún lo suficientemente curtidos para poder saborear la gran gama de deluxismo que te dan, sino por una frase que nos dicen absolutamente todas las abuelas: "Tú come hijo, que tienes que crecer".
La comida minimalista, está fastidiando (vamos a ser finos) al típico restaurante español de carnaza hasta reventar. Pero lo malo es que se pegan más tiempo para hacerla y, sobre todo, para emplatarla. Si ya está todo inventado: coges un cazo o un cucharón, lo llenas hasta arriba y lo clavas en el plato. Si es que no hay más. Y si el cazo o cucharón es pequeño llenas dos y ya no hay problemas. ¿Qué es eso de poner una cosa pequeña en mitad de un plato enorme? ¿No hay más sitio para poner más comida? Pues rellena, coño, rellena.
La etimología nunca engaña, y la composición de la palabra minimalista lo deja claro: Mini-mal-y'stá. Si es que tampoco hay que ser un lince para darse cuenta. Desde aquí me gustaría hacer un llamamiento a los restaurantes: vamos y pagamos por COMER, aplicaros al cuento.
Pienso tontundas, luego soy más feliz.
Un saludo,
Servidor